Errores en las heridas


La medicina cometió grandes errores que en ocasiones la acercaban más a los tratamientos mágicos que a los científicos.
Un ejemplo de ello es que durante muchos años los médicos, para curar las heridas, cogían la espada, la daga o el instrumento que había herido al paciente, lo colocaban en un lugar retirado y lo curaban, aplicándole medicamentos al arma mientras dejaban al herido sin asistencia. Aseguraban que a medida que se curaba el arma, la herida se iba cerrando. Posteriormente un tal Kenelm Digby creó un "polvo simpático" especial para tratar las armas (compuesto de sangre humana, grasa de eunucos y musgo procedente de cráneos de criminales), aunque por lo menos también procedía a lavar y vendar la herida del paciente; luego propuso una variante: sumergir las prendas manchadas de sangre en una solución de sulfato de cobre (se supone que les resultaba más fácil obtener las prendas del enfermo que ir a buscar el arma causante de la herida).El gran cirujano Ambroise Paré (1510-1590) luchó enconadamente contra estas ideas.

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